Grito Endemoniado

Cuando cae la noche, cuando la fauna del mal toma las calles por asalto, nace en mí la necesidad escribir, de matar a MI demonio. Ahora entiendo que me persigue, me atrapa, me frustra y yo incapaz de hacer nada. Por eso hoy me libero. Por eso hoy escribo. Por eso hoy lanzo mi primer grito endemoniado.

miércoles, setiembre 28, 2005

( fuera de no sé qué, soy pésimo para finales )

Volvieron a mi vida los antiguos los antiguos demonios. Y volvieron al mismo tiempo. Cuando sonaron las mismas antiguas campanadas. Volvieron, incluso, casi en la misma latitud. Y digo casi porque en estas cosas nada es igual. Nunca. Incluso ahora, en este instante, minutos después, nada es igual. Creo que tenías razón, es raro. Como salir de uno mismo. Pero sin poder vernos. No nos desdoblamos, nos apartamos. Y claro que tenían razón, esto de no poder decirlo todo con palabras nos pone así. Pero quizá no solo a nosotros. Quizá lo mismo le sucede al resto del mundo. Claro, nunca podremos saberlo, somos diferentes del resto. Estamos fuera del resto. Y quizá estemos sentenciados a estarlo eternamente. Eso no me lo preguntes a mí, tampoco lo sé. ¿Recuerdas cuando todo esto empezó? ¿Recuerdas nuestro miedo de dar cualquier paso porque ambos teníamos miedo de dañar al otro? ¿Recuerdas nuestra promesa de siempre ser sinceros, pase lo que pase, y de conservar ese vínculo que siempre existió, esa amistad o como diablos le llame el mundo, que nos une? ¿Recuerdas lo loco del primer beso, de aquella tarde convertida en noche en mis sábanas, de aquella mañana frente al mar, de aquellas lágrimas al revelarnos el pasado que intentabamos olvidar pero que nos marcó (sí, como a Demian)? Aún siento como si hubiera sido ayer, el día en el que conocí a aquel pandita que me hizo reir, que me enseñó a reir y no a poner esa cara de sonrisa-barata-vendida. Recuerdo cómo te robé ese primer beso y también la noche en la que me dijiste "sé que quizá no pueda ser el novio que mereces o necesitas, pero te quiero mucho ¿quieres estar conmigo?" y mi cursi respuesta de "te necesito para ser feliz". El sello de nuestro beso. Claro, no es sencillo estar con un tipo como yo: con tantos conflictos, con un pasado borroso, activista, gay público. Y aún así nos arriesgamos. Nos entregamos ciegamente. Porque el amor es así. Y así pasó el tiempo y te dije lo que nunca había dicho a alguien, lo que nunca creí que podría decir alguna vez: TE AMO, EDUARDO. Siento cómo resbalan por nuestras mejillas las lágrimas que brotaron esa noche. Pero la de hoy fue distinta. Tu mirada cambió, tus manos no me tocaron como antes, tus abrazos fueron menos, tus besos también. Y así llegó esta noche. Y el mundo se detuvo para nosotros. Que los problemas, que la presión, que la universidad. Creo también que mi activismo, que mis rollos, que todo eso que siempre me dijiste que te desubicaba (las camisas, je). Eso ya no sé si importa o no. Lo que importa es que necesitas un tiempo. Eso me dijiste. Y ni sé por qué lloro. Sí, lo sé. Lloro porque tengo miedo de perderte. Lloro porque por primera vez me desnudé completamente, dejé de lado las caretas y las enmendaduras, porque conoces al verdadero Gio-frágil. Lloro porque tengo miedo que el tiempo sea largo. Tan largo que me haga un personaje borroso en tu vida. Tan largo que me convierta en un recuerdo. Tan largo que me haga simplemente "el ex". También tengo miedo de ser tu amigo. Y no porque no quiera, sino porque tendría ganas de abrazarte y besarte como hoy, y de decirte que haré lo que me pidas, que tus deseos son ordenes, y que mi vida encontró un significado cuando llegaste a ella. "No sé cómo decirte esto. Desde hace casi un mes me siento raro, no quiero lastimarte. Ya no siento lo mismo". Creo que esa fue mi sentencia. El castigo que me envía aquella fuerza suprema por no sé qué. Tengo miedo, Eduardo. Por eso te besé de ese modo hoy. Porque tengo miedo de no volverte a ver. Porque tengo miedo de ser solo un recuerdo, solo un personaje en tu pasado. Te ruego por una nueva oportunidad. Eres una pregunta, lo aprendí bien. Quizá por eso te necesito tanto. No puedo mentirte, no me siento bien. Pero el balance final siempre será positivo porque descubrí que tú, Eduardo, eres la mejor persona del universo y que eres el hombre que el universo me tenía reservado para ser feliz. Creo que eso fue lo que me hizo soñar con amanecer todos los días a tu lado. En realidad cambiaste mi concepto de felicidad. Desde que llegaste los Urías y Pulitzer quedaron solo como objetivos accesorios. Soñaba. Sueño con besarte después de la jornada, con cenar juntos, dormir en tus brazos, despertarte con un beso. Sueño que ya pasaron los años y estamos juntos, que somos felices, que nuestras vidas son una y dos y que nada puede contra eso. Sueño que me amas. Yo te amo. Te amo tanto que prometí hacer lo que me pidieras. Y si ahora eso es tiempo, te lo daré. Pero me siento muy solo sin tí. Y sé que lo nuestro no acabó. Pero también me dejaste claro que no continuará como lo he soñado y como tanto lo deseo. Me va a costar acostumbrarme al estatus de amigos, a no poder besarte, a no jugar con tu barba mientras nos miramos, a no acurrucarme en tu pecho después de hacer el amor, a que ya no duermas en mi pecho acariciandome mientras nos contamos nuestros días y alucinamos con un futuro común. Sueno con que llegues y me abraces por la espalda, con que me digas que aún estamos a tiempo, que aún podemos ser felices, que aún nuestro futuro juntos tiene una oportunidad, que me perdonas ser tan estúpido, llorón y mamón, y que... No sé... Que aún nos queremos como aquella tarde... Y es probable que no leas esto. A nadie en su sano juicio se le ocurriría entrar a leer el blog de esa persona, pero quizá lo hagas. Porque eso me sedujo de tí: eres una pregunta. De todos modos sabes que te amo, bien y siempre. Gio